Él

Un amor olvidado que en realidad nunca dejó de existir.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Nunca te enamores de un poeta.ñ

Nunca te enamores de un poeta. Los poetas son los seres humanos que más angustiosamente viven un amor, los que más se enamoran y los que más sufren porque hacen sufrir. Un poeta es la persona más romántica del mundo, pero la menos poética.
Rebeca se rió…Me encantaba su risa, tenía una sonrisa preciosa. Aquel sonido infantil e inocente era mi más preciada musa de inspiración.
-¿Cómo puedes decir eso Jonh? Tú eres poeta.-declaró

¿Cómo olvidar aquel momento?
La bella Rebeca y yo nos encontrábamos tumbados en la cama sobre las sábanas color melocotón que ella misma había tejido, cada uno con su respectiva almohada pero colocados horizontalmente. Mi brazo descansaba tímidamente sobre su perfecta cintura, mientras sus suaves manos acariciaban dulcemente mis mejillas. Yo le hablaba en voz baja al oído mientras ella sonreía y me susurraba igualmente para contestarme.
De repente me pareció que el mundo se había parado, que todo terminaba y que ya me encontraba en el paraíso. El paraíso de Rebeca. Mientras nuestros labios estaban juntos yo ya no escuchaba ni el ruido de las agujas del reloj.
-Tengo que comunicarte, querido Jonh, que, para tu desgracia y desobediencia a tu anterior argumento, me eh enamorado de un poeta. Un poeta que ama, que escribe, pero también sufre y, sobre todo, también llora.
Era cierto. Rebeca y yo estábamos enamorados.
Después volvió a reírse. Su risa era para mi como el canto de los pájaros en primavera o un concierto de Mozart tocado por una pequeña orquesta de violones angelicales. Su sonrisa era perfecta.
-Jonh, todavía no me has contestado. ¿Cómo es posible que un poeta sea la persona menos poética del mundo?-insistió-No tiene sentido.
-Rebeca, en este mundo, nada tiene sentido. Piénsalo siempre.
Y el tiempo volvió a pararse. Mientras nuestros labios se besaban, nuestros cuerpos dejaban atrás la razón y se hacían dueños de ellos mismos. La cama se empapó de amor bajo aquellas sábanas color melocotón.

R.de W.-La que se enamoró de un poeta

martes, 6 de diciembre de 2011

Rompeolas.

Llévame a ver salir el sol desde todos los portales de la luna. Llévame al puerto y al malecón
cuando el cielo se nos llene de gaviotas. Alumbrando las calles oscuras, todas las estrellas que hoy durmieron solas. Desde el rompeolas me acuerdo de ti-
Vuelo controlado, colgado del palo de las banderolas.
Y ahora ya no puedo prestarte mi abrigo, ni quitarte la ropa, ni sudar contigo, ni perder la calma, ni decirte las cosas que nunca te he dicho.
Y ahora ya no puedo prestarte mis alas, ni subirte la falda, ni cogerte con vicio,  ahora da lo mismo reírse de todo, que llorar por nada.

Cartas de amor.

Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez.

martes, 22 de noviembre de 2011

Ojos azules.

Esa tarde había empezado a llover. Sam se asomó a la ventana porque sabía que tarde o temprano pasaría por allí con su paraguas verde oscuro.
Solía pasar por allí por las tardes cuando se dirigía al parque a tocar con su vieja guitarra o a la tienda de música del barrio. Sam lo había visto por primera vez hacía unos 3 meses, y desde entonces no podía evitar el asomarse todas las tardes para verlo. Había algo en él que la atraía. Quizás fuera su aire despreocupado, sus ojos negros o esa forma de andar tan peculiar que tenía.
Llevaba mucho tiempo planteándose la idea de tener “un encuentro casual” con él, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. Él se asustaría, no la conocía, pensaría que era una loca que lo llevaba espiando desde la ventana durante mucho tiempo. Ni siquiera sabría que existía. Solo tenía constancia de que un día alzó la vista y la vio apontocada en el alfeizar, pero nada más.
Algo dentro de la pequeña Sam le impulsaba a actuar, a sacar fuerza de sí misma para poder ser capaz de mirarle a los ojos y decirle lo que sentía cada vez que lo veía pasar por la calle. Cualquiera pensaría que estaba loca, pero ella era así, tenía la capacidad de ver dentro de las personas sin ni siquiera conocerlas, y se había enamorado de lo que había visto dentro de él.
Entonces, vio aparecer ese paraguas verde al fondo de la calle y un impulso recorrió todo su cuerpo. Era el momento.
Bajó deprisa las escaleras del edificio y se presentó en la calle con lo puesto y sin paraguas. Cuando él se encontraba cerca, sus pies se movieron como si tuvieran vida propia y la llevaron hasta el chico.
-Disculpa no tengo paraguas- dijo ella sonrojada.
Él esbozó una sonrisa.
-Soy Sam.
-Por fin te pongo nombre, ojos azules- su respuesta rompió todos los esquemas de Sam y le llenó de un sentimiento hasta ahora desconocido para ella.

Rebeca de Winter

Se alimentaba de las migajas de esos abrazos.

Era una chica temeraria, de esas cuya energía cabalga por sus venas, que sufre sobredosis de éxtasis cada dos por tres. Sus padres siempre decían que era muy poca cosa, pero ella era capaz de crear huracanes cada vez que estornudaba. Cada vez que la abrazaban lo hacían con una delicadeza extrema, con mucho cuidado para no romperla. Aunque ellos no sabían que sus huesos no estaban hechos de calcio, sino de acero inoxidable.

Le encantaba el riesgo. Solía pasarse todo el tiempo haciendo locuras. Siempre con la cabeza y el corazón bien camuflados entre las estrellas, y los pies bien enterrados en la arena. Uno de sus pasatiempos preferidos era subir a los árboles. Escalar por sus robustos troncos, haciéndose rasguños en las piernas y cortes en las manos. Le gustaba sentarse en la rama más alta y balancearse, retando a la gravedad. Entonces su corazón se aceleraba y la sangre bullía con más fuerza por su cuerpo. En ese momento toda ella se estremecía, como si en su interior estuvieran estallando fuegos artificiales.

Otra de sus travesuras era correr por el bosque que rodeaba la ciudad. Dejaba a sus piernas libres, y volaba cual ave rapaz. Su cabello se agitaba por el viento, sus músculos se ponían en tensión, mientras iba riendo a carcajadas y esquivando los árboles a una velocidad que difícilmente podía mantener. Su corazón se desbocaba, como un caballo salvaje al galope.

La sensatez brillaba por su ausencia en sus ojos. Esos ojos que, a pesar de estar en un cuerpo que desprendía vida por cada poro de la piel, tenían una mirada apagada. Y es que esa chispa tan sólo se encendía cada vez que se encontraba en peligro. Cada vez que el riesgo le arañaba el alma, transformándola en alguien diferente sólo por unos segundos. Esa sensación de frenesí era lo único que hacía a su corazón latir. Palpitar hasta desfallecer. Acelerarle el pulso. Bombear las cenizas de coraje que tenía desperdigadas por sus vasos sanguíneos. Ese valor que se escondía entre sus vértebras, en el fondo del estómago, bajo la lengua y en la punta de sus pestañas.

Ella sólo quería volver a palpar ese amor que un día sintió por él. Ese que él también juró sentir por ella, o eso susurraban cada mañana sus besos. Se había resignado a vivir una vida que duraba segundos, tras los que su corazón se quedaba inerte hasta que volvía a realizar otra locura. Por eso se dedicaba a recopilar escalofríos. A guardar espasmos de esa antigua emoción. A recordar que era compartir su almohada. A devolverle a su corazón algo de lo que un día fue. Aunque sólo fuesen restos de ese amor, migajas de esos abrazos, escombros de esos orgasmos, residuos de esos te quiero.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Listas, números, cosas...

Los diez mandamientos, los cuarenta principales, los veinte mejores besos del cine, los cincuenta mejores atletas de la historia, cien lugares que no puedes dejar de visitar y tres cosas que te llevarías a una isla desierta.Hay listas de invitados, listas de la compra, listas negras, listas de aprobados, listas... en las que es mejor no estar.Los seres humanos amamos las listas, hay miles de listas diferentes, y, sin embargo, todas tienen algo en común: en una lista, siempre hay un primero y luego, vienen todos los demás.
Rebeca de Winter.-

jueves, 17 de noviembre de 2011

Un nuevo yo, un nuevo él

Un café humeante, unos pastelitos de coco y un libro en la mano. Fuera llueve, puedo notar perfectamente como cada gota golpea con suavidad el enorme cristal de la cafetería. Sonrío . Abro el libro y nada más empezar, me sumerjo en ese nuevo mundo; ese mundo en el que viviré mientras hayan palabras en sus hojas. Me siento bien puesto que... este es un día más de los que tanto adoro.
El vintage, la bohemia y el jazz clásico llevan las riendas de mi día a día.
Además,tengo la facilidad de enamorarme de personas que no se lo merecen.
¿De verdad estás dispuesto a conocer a Rebeca de Winter?

Dear heart, why him?

Cada vez que te miro siento que mi vida gira en torno a ti pero, ¿sabes? Me ha acabado dando igual, porque vivo contenta teniéndote todas las noches en mis sueños e imaginándome una vida contigo. Tu mirada hace que sienta sentimientos que ni siquiera sabía que existían. Eres mejor de lo que creen los demás y mejor de lo que crees tu mismo. Tu sonrisa hace que olvide todos mis días malos del año y es que tu poder sobre mi es más del que te imaginas. Sueño dormida y sueño despierta esperando a que algún día vengas a buscarme, a que algún día aparezcas justo en el momento en el que las puertas de un ascensor de a saber que lugar se estén cerrando y consigas que ese ascensor no siga su camino, que entres y me beses como jamás lo han hecho, que me demuestres todo lo que me quieres y que creas que yo soy lo más bonito que tienes alrededor. Vivo con la esperanza de que algún día atravieses la pantalla del ordenador y me digas que estás enamorado de mi. Y mientras sueño con la mejor vida a la que mi imaginación puede llegar sigo esperando detrás de la pantalla, subo en los ascensores que siguen su camino sin interrupciones que cambiarían mi vida y sigo tumbada en mi cama con mi ipod y con los ojos cerrados, soñando.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El teatro más pequeño del mundo, o al menos hasta que alguien diga lo contrario, se esconde en una casa del barrio de Gràcia. Quizás una mañana de inspiración no musical, su dueño decidió compartir lo que hacía, bajar las escaleras, instalarse en el salón de su casa y empezar a tocar el piano para el público.
19 también toca el piano, aunque entre risas dice que al contrario de la biografía que tenemos entre manos, se conforma con que alguien escriba que a los 30 años lo INTENTABA, me refiero a lo de tocar a grandes clásicos como Chopin o Bach.
Empieza el concierto, y a pesar de la incomodidad de las sillas, siento que la música me devora, las notas se acompañan de historias contadas con palabras, y me acuerdo del post de la GATA ROMA acerca de la sinestesia, no son colores, pero sí melodías unidas a otros sentidos.
El músico que aporrea al piano habla de una triste historia de Wilde escrita para niños, la de un pajarillo que conoce a un príncipe hecho estatua cubierto de joyas, que conmovido por la pobreza del mundo, encarga a la pequeña ave repartir su riqueza hasta arrancarle sus dos ojos que eran diamantes, muere el pájaro al llegar el invierno, derrumban la estatua al volverse fea sin todos sus abalorios, y en el repiquetear de las teclas se puede intuir el aleteo de las alas, los ojos ciegos que no pueden soltar las lágrimas, el cataclismo y la no recompensa a los buenos.
Y el músico se levanta para recibir los aplausos y pide una nota musical, y yo grito fuerte: “¡un Sol!” y lo grito sabiendo que esa nota me gusta porque está en el medio de pentagrama y porque es redonda, gorda, grande y brilla tanto como la estrella. Y entonces se oye: “Do” “Re”, y empieza la improvisación, y vuelven los aplausos y la magia llena la noche, y la música hace maravillas, amansa a las fieras y aviva el corazón.

jueves, 20 de octubre de 2011

Olor a menta otoñal.

Mientras caminaba con la música del viento azontando las copas de los árboles pensé que a él le gustaría aquella sensación. El suelo estaba cubierto de hojas secas color marrón, el mar lucía un color azul con reflejos verds y el frío inundaba el ambiente. Era, como él sabía decir muy bien: Sabor de menta otoñal. Hoy era día uno, uno de noviembre.
Las lágrimas no tardaron en aparecer. Descendía por mis mejillas a la par que los recuerdos iban y venían por mi cabeza. Rabia, había rabia escondida, pero también dolor y tristeza. Él me había dejado, sin acordarse de mí, sin despedirse, sin saber apenas mi nombre. No era su culpa, cierto, pero nada, absolutamente nada, iba a devolvérmelo en aquellos momentos tan horribles. Daría lo que fuera por volver con él de nuevo a la playa, tumbarme en la arena a su lado e intentar cerrar los ojos observando sensaciones. “escucha tu cuerpo, Reb” decía.
Él me enseñó muchas cosas pero su última lección fue sin duda la peor de todas. Me enseñó a echar de menos a alguien, lo duro que es perder algo que realmente quieres y también me enseñó a llorar dando la cara.
Supongo que esas lecciones darán su fruto algún día pero, la verdad, mientras tanto, seguiré paseando oliendo a menta otoñal.
El viento azota las copas de los árboles y yo pienso en tí, abuelo.


Rebeca de Winter.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Primera parte. La historia de Carson


CARSON.
Esta historia comienza un día cualquiera, en un lugar cualquiera y en un tiempo cualquiera. Esta vez, he decidido empezar a contarla por el final.
Todo comienza, o termina en este caso, el día más triste de la vida de una persona. Si, lo has entendido, es una historia triste. Todo ocurrió aquel día…
Capítulo 1.
Un día soleado en una ciudad desconocida.
Carson se miró al espejo una vez más antes de salir por la puerta. Observó su rasgos uno a uno para comprobar que todo estaba perfecto. Era una de sus miles y millones de manías insoportables, observar ante el espejo, una y otra vez, todas y cada una de sus imperfecciones.
Aquel día su piel no estaba tan pálida como de costumbre. Los numerosos días que había acudido a la playa en aquel maravilloso viaje habían dado por fin su fruto. Sus labios estaban como siempre, finos y delgados. Los había heredado de su madre. Su labio inferior siempre sobresalía un poco hacia fuera, mientras que el superior, mucho más fino, era de menor tamaño. Eran algo que la caracterizaba, ya que viéndolos, todo el mundo sabía que eran los labios de Carson. En cambio, su nariz venía de la familia paterna. Era pequeña y respingona, algo que ella odiaba, además de, según ella, deforme.
Luego estaban sus ojos de ese color tan extraño. Nadie sabía identificar el color de su iris. Era una mezcla entre marrón en el borde, verde por el medio y una pupila, siempre un poco dilatada, rodeada de color azul. Como cada mañana, brillaban. Era una de las pocas partes de su propio cuerpo que agradaba a Carson. Por último estaba su pelo. Este era largo, voluminoso y de un color rojizo envidiable a cualquiera. No era el típico color zanahoria que todo el mundo piensa cuando le mencionan a una pelirroja, sino, un extraño, más oscuro y seductor. Carson siempre se lo peinaba hacia delante, cayendo por sus dos hombros y su flequillo no la dejaba ver su frente. El color del pelo era otra característica materna.
Después del examen corporal, sonrió. Carson no tenía, precisamente, una sonrisa bonita, pero tampoco era horrible. Sus dientes delanteros era demasiado grandes, pero, junto con el brillo de sus ojos, el dibujo que formaban sus finos labios no era del todo feo. Era, simplemente, una sonrisa normal. Ella en sí, con todos sus defectos y manías, era una persona normal.
Salió de su casa hacia la parada del autobús con los cascos e su walkman puestos. Adoraba escuchar música por la calle y olvidar todos esos insoportables ruidos que ocasiona la ciudad. I am woman es la canción que escucha, su canción preferida. Le trae muchos recuerdos. Buenos en su época, pero no está bien recordarlos.
Carson miró su reloj con impaciencia. ¿Por qué tardaba tanto el autobús? Llegaría tarde y, por ninguna circunstancia, podía llegar tarde. Tenía el primer ensayo con su nueva obra de teatro y quedaría fatal llegando tarde el primer día. La verdad ¿Por qué no había aceptado que Anthony la llevara? ¿Acaso no era su novio? Tal vez no le apetecía aguantarlo ya a aquellas horas de la mañana.
Por fin iba a actuar en un musical. Hacía años que no pisaba un escenario para hacer un dramón y la idea le entusiasmaba.
Por fin llegó el autobús. Mientras subía, su móvil empezó a emitir la melodía de I am woman. Era Rebeca, su prima de Inglaterra. Todos los veranos, Carson, iba una semana a verla y a pasar con ella las fiestas de su pequeña ciudad. Lo que le pareció extraño fue que estábamos en julio y ella siempre solía ir a finales de agosto. Extrañada, contestó al teléfono.


-Rebeca ¿Qué tal?
-Carson, tengo que contarte una cosa…-su tono era serio ¿Acababa de llorar?
-¿Rebeca? ¿Estás llorando? ¿Qué pasa?
-Mira, te lo voy a decir así, de golpe, sin rodeos ¿vale?
-Me estoy preocupando… ¿Qué es lo que pasa?
-Eric ha muerto.

viernes, 2 de septiembre de 2011

UNIVERSIDAD


Hoy es uno de esos días en que te levantas con pereza, sin ganas de ir a clase, sin ganas de salir de la cama, sin ganas tan siquiera de abrir los ojos. Pero entonces entra tu madre, levanta la persiana y con las manos en la cintura, te mira con reproche. Le dices claramente que no piensas levantarte de allí al menos en una semana. ¿Y qué te contesta? Que deberías empezar a desperezarte, que para algo te está pagando la Universidad. A ello le contestas que también te había pagado el instituto y habías sacado muy buenas notas. A lo que te salta que casi siempre suspendías las mates.
Y finalmente terminas por decir:
– Me iré a un lugar donde no me recuerden que odio las mates, es decir, a clase.
Ella pone cara de victoria y tú de resignación.
Ni siquiera esperé a mi hermano para ir a la Universidad. Digamos que andaba algo molesto, por no decir que se levantaba y se acostaba con la misma cara de malos humos. Ni mi padre había podido aguantarle por lo que nos mandó a pasar el fin de semana con nuestra madre (sí, aun siendo más que jóvenes adultos y responsables éramos como dos pelotas en un partido de tenis, para aquí y para allá todo el santo día). Estaba claro que Sergio estaba molesto por algo, y claro que era por largarme con Cristian delante de sus narices. Fijo que lo había visto todo desde la ventana aquella noche. Cotilla. Sabiendo lo que siento y pienso y todavía hacía aquellas chiquilladas. Y tampoco era de extrañar que Cristian se lo hubiera restregado o en una llamada o por messenger diciéndole “tu hermana estuvo en mi casa, bebida y estuve a punto de tirármela”. Si ése hubiese sido el caso, Sergio tendría los nudillos en carne viva y la foto de Cristian estaría en el periódico.
Cuando llegué al campus, con los pies destrozados – ¿por qué no iría en coche? –, ralenticé el paso. La facultad de Letras no se iba a mover de su sitio y ni iba a desaparecer… A no ser que de repente le cayera un meteorito encima… Posible era, probable…
Perdida en mis pensamientos y con el itinerante camino ya aprendido, mis pies me llevaban hasta mi lugar de destino. Esto no quería decir que mis pies supiesen de la existencia de obstáculos móviles y vivos a mi paso. Cuando quise darme cuenta, había chocado violentamente con un par de chicos, a los que se les cayeron los libros al suelo – era la típica escena americana en la que dos personas chocan y en la que todo lo que llevan en las manos se les cae, aunque lo tengan agarrado con pegamento –.
– ¡Ay, Dios! Lo siento – exclamé quedándome parada como una tonta. Había salido de mi ensimismamiento y no sabía qué hacer, si primero pedir disculpas y recogerles los libros, o recogerles los libros y pedirles disculpas, o recoger los libros mientras pedía disculpas.
– Mierda… – protestó uno de ellos, el más alto, el que parecía más molesto. Hizo un gesto con la cabeza y su compañero recogió todos los libros, aun cuando quise agacharme para hacerlo yo. Me miró con aires de superioridad, y no lo decía porque me sacara dos cabezas sino porque se veía que iba de chulo. – Ponte gafas, puta satánica.
Me fulminó con sus ojos castaños y pasó a mi lado golpeándome en el hombro. Su amigo el del pelo rojo, naranja y amarillo, que no había abierto la boca, me echó un vistazo rápido de arriba abajo y salió detrás de su compañero soltando una carcajada algo siniestra. Flipando, así fue como me quedé. ¿Puta satánica? Y me lo dice el que tenía pinta de nazi.
Eran como el Gordo y el Flaco, o mejor dicho, como David y Goliat: uno alto y fuerte con el pelo rapado y una personalidad dominante, y otro bajito y delgaducho con el pelo punkinizado y muy obediente y a la vez trastornado.
Negué con la cabeza. Era la primera vez que les veía por allí. Tal vez sólo hubieran ido a la biblioteca pero, sinceramente, chicos como ellos llevando libros no era algo que se viese todos los días ¿verdad? Me giré para verles una vez más. No eran extraños ni tampoco raros (aunque el bajito daba algo de miedo…), pero sí que eran unos completos desconocidos.
Me encogí de hombros. Ni que tuviera que conocer a todo el mundo cuando eres una anti-social.

lunes, 18 de julio de 2011

DESEOS.

El deseo nos rompe el corazón, nos extenúa. El deseo puede destruir nuestras vidas.
Anni B Sweet.
Y aunque a veces desear puede ser muy duro, las personas que más sufren son las que no saben lo que quieren.


RdeW

martes, 5 de julio de 2011

Rebeca de Winter.

Perdí el zapato escapando de aquel cuento que vivimos, decidí salir corriendo a consumirme entre el deseo y vino el tiempo, amargo tiempo que me quito el sueño. Debo ser autista de emociones que tú anhelas, dime entonces por qué me encierro en mi habitación a contar las estrellas. Ahora espero que me besen cuando duermo, que me enseñen a volar y me hablen de nunca jamás. Sigo buscando respuestas pero al parecer no llegan sigo en busca de la magia de caricias, de algo más... 
Ahora espero volver a ser Rebeca de Winter.

RdeW

Di adiós Rebeca.

-Nunca, nunca, te enamores de una mujer que se vende. Siempre acaba ¡MAL!. Tenemos un baile en los burdeles de Buenos Aires. Cuenta la historia de una prostituta y de un hombre que se enamora de ella.
Al principio hay deseo, pasión. Luego, sospecha, celos, ira, traición. Cuando el amor es para el mejor postor, no se puede confiar, y sin confianza no hay amor. Los celos, sí, los celos, te volverán loco.

DI ADIÓS, REBECA.

domingo, 3 de julio de 2011

Felicidad.


Recuerda que ser feliz no es tener un cielo sin tempestades, caminos sin accidentes, trabajos sin cansancio, relaciones sin decepciones. Ser feliz es encontrar fuerza en el perdón, esperanza en las batallas, seguridad en el palco del miedo, amor en los desencuentros. Ser feliz no es solo valorar una sonrisa, sino también reflexionar sobre la tristeza. No es solo conmemorar un suceso, sino aprender lecciones en los fracasos. Ser feliz es reconocer que vale la pena vivir la vida, a pesar de todos los desafíos, incomprensiones y períodos de crisis. Ser feliz es dejar de ser víctima de los problemas y volverse un actor de la propia historia. Es atravesar desiertos fuera de sí, mas ser capaz de encontrar un oasis en lo recóndito de nuestra alma.

Ser feliz es no tener miedo de los propios sentimientos. Es saber hablar de uno mismo. Es tener coraje para oír un “NO”. Es tener seguridad para recibir una crítica, aunque sea injusta. Es tener momentos poéticos con los amigos, aunque ellos nos hieran. Ser feliz es dejar vivir a la criatura libre, alegre y simple que vive dentro de cada uno de nosotros. Es tener madurez para decir “me equivoqué”. Es tener la osadía para decir “perdóname”. Es tener sensibilidad para expresar “te necesito”. Es tener capacidad de decir “te amo”. Ser feliz no es tener una vida perfecta sino usar las lágrimas para regar la tolerancia. Usar las pérdidas para refinar la paciencia. Usar el dolor para lapidar el placer. Usar los obstáculos para abrir las ventanas de la inteligencia. Jamás desistas. Jamás desistas de las personas que amas. Jamás desistas de ser feliz, pues la vida es un espectáculo que no te debes perder.

Rebeca de Winter.

martes, 28 de junio de 2011

EL SOLDADITO DE PLÁSTICO...


Despertó. Si, despertó, o al menos, eso era lo que creía. Porque no podía ser real ¿verdad? Aquel extraño paraje en el que de pronto se encontraba, literalmente, sumergido. No, no era real, eso es imposible, tenía…si, tenía que ser un sueño. El agua inundándole a su alrededor, la pequeña miniatura de la torre Eiffel junto a él, los extraños e hipnóticos copos eternos de nieve sacudiéndose a su alrededor…era demasiado onírico para ser real…o tal vez era su cabeza la que la había distorsionado hasta convertirla en un mundo imaginario que tanto dista de lo que era en un origen ¡si! ¡Eso era! Aquello era tan solo una proyección de su mente! ¡Estaba loco! ¡Rematadamente majareta! Eso tenía que ser.
Así pues, atrapado en lo que había definido como alucinación, se dio cuenta de que tras explorar la torre Eiffel a conciencia, escalar en ella, bajar de un salto, correr bajo ella, realmente…no tenía nada más que hacer en aquella invención suya. “Vaya, que poca imaginación tengo” se dijo a sí mismo “tal vez…tal vez si sigo andando…mi enajenación invente más mundo ¡el coliseo! ¡El parlamento británico! ¡La puerta del sol! y así, perdido en sus cavilaciones y deseos, comenzó a caminar a paso ligero. Tras cinco grandes zancadas, su cuerpo chocó de bruces contra el propio aire. “¡imposible! ¿Esto es todo cuanto mi cabeza puede imaginar? Maldición…” pero…aún cabía la remota posibilidad, de que, todo aquel micro mundo, no fuese más que, el decepcionante mundo real.

Extendió sus manos, y topó asombrado, delirante, como una gruesa barrera de cristal le separaba del gran mundo que se escondía fuera. Alzó su cabeza, y contempló como aquella superficie fría e irrompible le rodeaba a él y a la torre Eiffel hasta llegar a otras cinco zancadas en la dirección opuesta desde el mismo punto del que había partido. Encerrado, no estaba loco, ni loco ni soñando, estaba encerrado.

Fue así, como, en una mirada furtiva, sus ojos toparon con un borroso reflejo, el reflejo de un pequeño soldadito de plástico ataviado con la vestimenta de la época napoleónica. Y así fue, así fue como recordó, que no recordaba nada antes de su llegada al mundo imaginario. Porque , él era un juguete , un juguete que era ensamblado en algún lugar remoto de la china profunda , junto a otros miles y miles de juguetes como él , un pizzero , un soldado inglés , una sevillana .Y si , junto a los otros muchos juguetes , era llevado hasta otra fabrica en otro remoto lugar de la misma profunda china , donde a cada juguete le encerraban en una bola distinta . Y a nadie parecía importarle que un soldado napoleónico en una torre Eiffel no tuviese el más mínimo sentido histórico, simplemente, se hacía. Y así fue como, encerrado en una oscura y húmeda caja de cartón en una gran montaña de bolas de cristal idénticas a la suya y sufriendo constantes y terribles temblores, llegó hasta una pequeña estantería en parís, en una tiendecita cercana a un Starbucks, en la zona más turística y atestada de la capital francesa. Estaba en el interior de un minúsculo e insignificante souvenir.
Era un juguete , y aquel , era todo su mundo…

RdeW

JUGUETES ROTOS.-

Piensa. Juguetes rotos.
Lo presintió. Eso fue lo primero, el presentimiento, seguido de un fino y a la vez intenso sonido de algo estrellándose contra el suelo. Se levantó tan rápido como pudo, y corrió hacia la siempre cerrada habitación. Dirigió su anciana mano temerosa hacia el pomo de la puerta, temiendo lo que podía encontrar al otro lado. Empujó levemente la puerta, mientras un tenaz escalofrío recorría su espalda…
La luz de la luna creciente los iluminaba con una tenue y titilante luz, teñía de una brillante luz blanquecina los pedazos de porcelana que se habían esparcido al caer sobre el parque. Allí estaba, el fruto de años de esfuerzo de aquel viejo juguetero, todas las noches en vela, todos los sacrificios, todo el tiempo y felicidad invertidos, en la construcción de una pequeña muñeca… que ahora era tan solo un juguete roto. Todos sus sueños, toda su ilusión, la poca alegría que había vivido en los últimos años fruto de creer que su esfuerzo servía de algo en un mundo que ignoraba la existencia de un anciano artesano, de un luchador que trabajaba por un oficio perdido…todo por cuanto había luchado, ahora ya no era nada, había malgastado los últimos años de su vida. Por fin se daba cuenta. Cuando observó la carita quebrada de la que había sido su mejor creación… y se daba cuenta de lo mediocre que habría sido la linda muñequita, a pesar de lo grandiosa que él la había creído. Fue en ese momento cuando el viejo juguetero comprendió que de nada había servido su esfuerzo, de nada habría servido de no haber caído desde la estantería la muñequita de los rizos naranjas. Pero ¿Qué otro sentido tenía su vida si el sacrificio y la dedicación no eran una opción válida? la vida no había sido generosa con el, y la suerte le había dado la espalda, todo cuanto era capaz de recordar de su larga y oscura vida no habían sido nada más que fracasos y tropiezos, y nada más podía recordar que no fuese luchar por lograr el éxito.
Su vida había sido un pozo sin fondo, al que se había precipitado tomando impulso, y ahora era demasiado tarde para poner remedio. No sabía disfrutar de la vida, ni tampoco quería hacerlo. Tan solo vivía para la lucha.
El tiempo se detuvo para el juguetero, su barba grisácea y desaliñada, y sus manos marcadas por el duro trabajo, las arrugar de concentración que surcaban sus ojos, y las ropas roídas por los años .todo desapareció, tan solo quedaban los restos de la muñequita caídos en el suelo, y su mirada perdida clavada en ellos. Pero pronto, incluso eso se desvaneció, absorbido por la fuerza de un único pensamiento que accidentalmente había llegado hasta su cabeza aquella noche.
Alzó por fin la vista, para clavarla en la ventana abierta al fondo de la oscura estancia.
Él también era un juguete roto.

Rebeca de Winter.-

miércoles, 15 de junio de 2011

TAMBIÉN.


Salí a la calle y me fijé en la cantidad de gente que hay en el mundo, suena estúpido, ¿verdad? Algunos iban solos, otros acompañados, unos hablaban por teléfono, otros caminaban en silencio, serios, otros sonreían, turistas haciendo fotos... Y pensar que cada una de esas personas tiene una historia, pensar que también aprendió a ir en una bici sin rueditas, que también le gustó una persona y fue incapaz de decírselo, sentirte bien y de repente triste. Pensar que esa persona también dio su primer beso y tuvo su primer amor. Y así millones de personas, cada uno en su mundo, con sus problemas y sus momentos felices. Cada uno con su familia y sus amigos. Con experiencias vividas y las que quedan. Ese día salí de mi pequeña burbuja y me di cuenta de que esta vida no tiene un rumbo, un camino que seguir. Dicen que querer es poder, ¿no? No sé... A veces todo lo veo tan difícil y a veces tan fácil. Y me muero del miedo. Supongo que hay que dejar que todo salga como tenga que salir, sin pensar todo el tiempo en nuestro futuro. Como dicen, tiempo al tiempo.

domingo, 29 de mayo de 2011

domingo, 22 de mayo de 2011

Placer...

Ella se siente de pronto en total armonía consigo misma. Ahora todo es perfecto: la suavidad de la luz, ese perfume en el aire, el rumor de la ciudad. Inspira y la vida le parece tan simple tan limpia, que un vivo deseo de ayudar a la humanidad se apodera de ella.

Decisiones.

Yo sigo creyendo que el amor es cuestión de decisiones. Hay que dejar de lado el veneno y la daga y buscar tu propio final feliz. Casi siempre. Pero, a veces, a pesar de decidir lo mejor que puedes y de tus intenciones, el destino termina por ganar.
-Te echo de menos.
-No puedo.

martes, 10 de mayo de 2011


Vivir es arriesgarse
Según la RAE:
Arriesgar: 1. tr. Poner a riesgo. U. t. c. prnl.
Pero ¿qué entendemos por riesgo? Siempre lo relacionamos con aquello que puede provocarnos algún daño. Pero yo no creo que sea tan simple. Puede que no solo se limite a la sensación de peligro, quizás abarque todos los terrenos en los que simplemente no tenemos el control absoluto de la situación y eso nos provoca miedo, como a seres cobardes que somos. Siempre queremos saberlo todo, controlar hasta el más mínimo detalle, nunca queremos someternos al riesgo de la incertidumbre. Y me asquea, me da rabia ver como intentamos guiar el curso de las cosas, como si de un títere se tratase.
Pongamos en riesgo nuestros esquemas, aunque solo sea un poquito. Creo que merecerá la pena si lo que está en juego es vivir.

RdeW

Felicidad

Estoy extrañamente feliz. Creo que me he pasado doce de las trece horas que llevo despierta cantando y/o bailando con la música a tope y los ojos haciendo chiribitas.
Puede que todo sea consecuencia de la locura transitoria producida por los exámenes, que hace que me den arrebatos de bipolaridad inconmensurable. No sé, igual es una tara de fábrica, se me suele dar bien eso de “al mal tiempo, buena cara”, aunque últimamente pareciera que estaba perdiendo facultades.
He empezado a hacer una cuenta atrás física. He decidido ir ampliando un poquito más la sonrisa y achinando los ojos a cada día que pasa. Semana tras semana me voy a ubicar una mijita más en esto de la euforia y, como no, añadiré una carcajada extra a cada minuto. ¿Qué te parece? Es un método poco habitual, pero es que a mí eso de ir tachando los días en el calendario e ir arrancando las esquinas de la agenda me resulta atroz. Qué cojones, quiero que todos estos días permanezcan ahí, imperturbables, para poder reírme de ellos con inquina cuando los haya dejado atrás.
 

No, no y no...

No me gusta la lluvia. Tampoco las tiritas transparentes . Odio la mantequilla. No me gusta Crepúsculo ni la moda Blackberry. Me molesta cuando las cruces verdes de farmacia no marcan la hora, y no me gusta la capita de nata que le queda a la leche. Adorar a la capital inglesa es decir poco. Me gustan los anillos, y las neveras con imanes. Me gustan las ratas y los gatos. Amo a Harry Potter y todo lo que tenga que ver con él.  John Lennon es un ídolo . Me gusta pintar las cosas con esmalte y también los juguetes que hacen ruiditos.
 No me gusta enamorarme en abril, tampoco el resto de los meses... 
Rebeca de Winter (L)

1 de Noviembre de 1985.-

-Que tonto al pensar que podrías enamorarte de alguien como yo.
-No me puedo enamorar de nadie.
-¿No te puedes enamorar?¿Una vida sin amor? ¡Es terrible!
-No. Estar en la calle es terrible.
-El amor lo es todo.
-¿Cómo?
-El amor es algo expléndido. El amor...nos transporta. Todo lo que necesitas es amor.
-No empieces con eso.
-All you need is love.
-Una chica debe comer, o terminará en las calles.
-All you need is love.
-El amor es solo un juego.
-Yo nací para amarte y tú para amarme a mí.
-La única forma de amarme, cariño, es pagando una bonita suma.
-Sólo una noche, déjame solamente una noche.
-No puedes pagarme.
-En el nombre del amor.
-Estás loco.
-No me dejes así.
-Podría pensarse que la gente está cansada de tontas canciones de amor.
-Pero yo miro a mi alrededor y no es así.
-Algunos quieren llenar el mundo con estúpidas canciones de amor.
-¿Y qué tiene de malo?
-El amor nos hace comportarnos como inconscientes, tirando nuestra vida por la borda por una simple noche feliz.
-Podríamos se héroes, ahora y siempre.
-No podemos.
-Deberíamos ser amantes.
-Sabes que no podemos hacer eso.
-Deberíamos ser amantes y es un hecho.
-Yo...solamente...siempre estaré enamorada de tí.
-Yo, no puedo evitar amarte.
-Cuán maravillosa es la vida ahora que estás tú-cantaron al unísono.
-Vas a complicarme la vida, lo sé.
Y la luz de la luna iluminó aquel esperado beso en el edificio con forma de elefante.

RdeW

lunes, 25 de abril de 2011

BRUNO Y NICOLE




-¿Más limonada?
-No gracias, quizá luego.
¿Y chocolate?Yo adoro el chocolate. Básicamente creo que no podría vivir sin él.-Bruno fijó la vista en la muchacha que tenía delante. Era extraño. Tenía el cuerpo de una mujer de los 23 años que le correspondían, en cambio, sus comentarios y expresiones eran los de una niña que no superaría los ocho años. Le irritaba y a la vez le encantaba. Extraño, sí, muy extraño.
-No, Nicole, muchas gracias.
-Pues tú te lo pierdes-ella movió su rojiza melena con descaro y engullño otra onza de chocolate. Posteriormente se sentó al lado del asombrado Bruno.

Limonada con chocolate. ¿A quién demonios se le ocurría mezclar algo así? Él ácido sabor de la limonada neutralizaba por completo la dulzura del chocolate. Tan solo Nicole Françoise Pourvoir sería capaz de comerse aquello.
-Por Dios, Nicole, ¡Qué mezcla más rara!-la cara de Bruno mostró el asco que le correspondía, el que estaba sintiendo.
-Tu si que eres raro, Bruno, así que cállate-le pegó amistosamente en el brazo y soltó una de sus pequeñas carcajadas.
-Bueno, vale.
Un incómodo silencio se instaló en la terraza.
-Oye Nicole...todavía no me has explicado por qué dejaste a Ashton Kutcher, todas dicen que es el hombre perfecto: guapo, listo, dulce, con un buen trabajo...-los celos corroían a Bruno por dentro. Ashton era su maravilloso jefe.
-Ya te lo he dicho, era un hombre demasiado bueno-Nicole pronunció esas palabras con toda la naturalidad del mundo, como si lo que estaba diciendo fuese lo más normal.
-Pero sigo sin entenderlo. ¿Por qué?
-A tí no te lo puedo explicar, Bruno, querido, no tienes la mente abierta. No lo comprenderías. ¿Para qué desperdiciar las palabras?
-Las palabras no se desperdician, Nicole, de hecho, tu hablas sola muchas veces. Además, te prometo tener la mente ¿Cómo has dicho? Abierta.
-Bueno, vale-ella asintió con una sonrisa.
A Nicole le encantaba sonreír. Su mente infantil la hacía ser feliz en todo momento y, por consiguiente, sonreía más que cualquier humano adulto del mundo. La sonrisa de Nicole encantaba a todo el mundo, particularmente a Bruno.
-Cuando empecé a salir con él me di cuenta de que no estaba enamorada, seguía queriendo a su hermano, el muerto ¿recuerdas? Bueno, ahora ya no quiero a ninguno-rió dulcemente.
-Si, algo me contaste.
-Bien, Ashton comenzó a salir conmigo por simple consolación, no porque me quisiese. Era su "deber".
-¿Cómo lo descubriste?
-En mi segunda noche de viaje de novios, de casados no ¿eh?, de novios. Estaba esperándole sentada en la ventana a la luz de la luna y...¿Mas limonada Bruno? Ya es más tarde.
-NO, no...gracias...quizá más tarde.
LA cara de Nicole mostró confusión.¿Cómo alguien no quería limonada en un momento así? Que raro era Bruno.
-Bueno, en fin, ¿Donde estaba?
-Estabas sentada en la ventana al la luz de la luna con un camisón...¿Cuándo entra Ashton?
-No entra-Su mirada se dirigió triste al suelo durante unos instantes pero, rápidamente, sus ojos volvieron a brillar con la vivacidad de siempre.
-¿Cuál fue su explicación?
-Se había comprado una revista en recepción y leído el horóscopo. Este decía: Aries, es Aries ¿sabes? Cómo yo, No emprender nuevos proyectos. Entonces...le dejé a la mañana siguiente cuando se dignó a subir a verme.
La cara de Bruno era de sorpresa increíble. La vida de Nicole parecía recién sacada de un libro de cuentos infantiles.
-Comprendo Nicole.
-¿En serio? ¿Me comprendes? Pues menos mal, porque eres la única persona y, la verdad, no entiendo por qué...no tienen...la mente abierta digamos. Imagínate que un día cualquiera le pedía que lavara los platos, o fregase el suelo y su horóscopo no se lo permitiese...SERÍA HORRIBLE.
-Tienes toda la razón, Nicole, toda la razón-Bruno sonrió mientras negaba con la cabeza. De verdad era una chiquilla metida en el cuerpo de un hombre.
-Gracias Bruno, creo que es la primera vez que estamos de acuerdo con algo-Nicole le guiñó un ojo y le mostró una de sus hermosas sonrisas. Luego le abrazó.
Si, definitivamente, Bruno estaba muy contento con que Ashton Kutcher fuera un hombre demasiado bueno.

                                                                                  RdeW

jueves, 21 de abril de 2011

El mundo está loco.-


“The world is crazy” Lolita leyó esta frase un centenar de veces antes de comenzar la historia. ¿Qué historia? Pues una, la que ahora mismo te voy a contar, mira tú que casualidad. Como toda historia tiene un comienzo y el de esta es esa frase, que traducida a nuest4o idioma dice, básicamente, “El mundo está loco”.
El libro de inglés era algo muy especial para la pequeña Lolita. Era el libro de su asignatura preferida y el que tenía escrito en su parte de atrás, en letras grandes y unidas. La letra de Lolita demostraba su personalidad. Como en cada persona, creo yo.
-¿Por qué vas a entrar, Lolita?-Rebeca la miró desafiante pero a la vez con dulzura. Sabía que solamente así su mejor amiga se atrevería a dar el paso.
-Porque el mundo está loco, Rebeca.
-Y ¿por qué está loco?-Los labios rojos de Rebeca dibujaron esta frase a una velocidad perfectamente normal pero para Lolita fue a cámara lenta. Estaba nerviosa, como cada día y no lo entendía. Bueno, en realidad si que lo entendía pero no quería creerlo.
-Porque él me quiere.-una frase que parecía muy fácil de decir pero complicada de entender para una mente no lo suficiente abierta.
“La mente siempre abierta”. Era mi más famosa frase. Si no ves el mundo con alegría, entonces ¿Cómo conseguirás alcanzar la felicidad? El optimismo era una de las virtudes que más nos caracterizaba a mi mejor amiga y a mí. La vida nos había dado razones para ello.
-Entonces…¿A qué esperas?
Lolita abrió la puerta lentamente dándome antes un fuerte abrazo. Allí estaba él, atareado con sus papeles y su ordenador. Era un hombre tan ocupado.
Como cada mañana, miles de bolígrafos estaban esparcidos por la mesa. Había de todos los colores y formas. Algunos de ellos habían terminado “sin querer” en las manos de la pícara Lolita.
-Hola Emel, ¿Se puede?-fijó su vista en la bola del mundo que adornaba en su despacho y, posteriormente, en la infantil pegatina pegada en el país llamado Canadá, aquel esperado viaje.
La cara de él cambió por completo. Siempre era una alegría ver a su pequeña, dulce y guapa Lolita. Su pelo moreno caía sobre su hombro derecho como miles de veces la había visto, su cuerpo vestía un precioso e infantil vestido blanco que dejaba ver sus blancas y bonitas piernas, las cuales terminaban en unos dulces zapatos color blanco también.
-Si eres tú, Lolita, por supuesto que sí. ¿Hay algún problema con la redacción del otro día?
-No, no es eso, simplemente necesito que me expliques algunas cosas, solo será un momento. Si no es molestia claro. He traído el libro.
-Claro que no, Lolita. Ven, siéntate.
Ella se acercó y comenzó la lección de inglés. Lolita lo entendía todo, por supuesto. Simplemente era una excusa más para verle.
Emel comenzó a observar las frases que Lolita había escrito en el libro. Pronto llegaría a la que no podía ver. Lolita se levantó bruscamente.
-Oye...Para, no quiero que lo veas.

-¿Por qué...escondes algo?-Él sonrió con picardía

-No...Pero, no es el momento ni el lugar para que lo veas.-Ella comenzó a ponerse nerviosa.
Se soltó la pinza del pelo y comenzó a moverla mientras se movía el labio inferior y miraba hacia abajo.

-¿Por qué?

-Porque no.
A ella se le cayó la pinza del pelo.
-Y ahora es... el momento en el que tú te agachas y yo... ¡cojo el libro!

-No...Devuélvemelo...
¡te quiero!-pensó. Pero no logró decirlo. Como muchas otras veces las palabras se quedaron en su interior. Como muchas otras veces, decidió que lo mejor era esperar un poco. Tenía toda la vida por delante y podría confesarle sus sentimientos cualquier día. Lolita se conformaba con pequeños momentos como el de aquella mañana y así pudo seguir bastante tiempo. Con miradas, “Bu´s”, guiños, sonrisas bonitas, camisas azules, piruletas rojas de corazón, juntar las narices pero sin llegar a besarse, bolígrafos y más bolígrafos de regalo, hacer la compra juntos, llaveros con forma de coche, let me love you, mensajes en los que claramente se podían leer las palabras “mee too”, Remember the promise you made, correos y más correos…y muchas cosas más que hacían que el mundo de Lolita se tambalease.
Y... ¿cómo contar el final de esta historia? No tiene fin, porque ellos dos han querido que la historia “termine” así, porque, en pocas palabras…
EL MUNDO ESTÁ LOCO.

                       R de W

Celos.


-Esta es tu tarjeta de embarque, Reb, ¿Qué asiento te ha tocado?-me preguntó Gusth asomando su cabeza por mi hombro nada más separarme de Jonh.
-El 6 C ¿Y a ti?
-¡El 8 B!-exclamó-Que pena, estaremos separadas.
¿Pena? Pero si se notaba que ella estaba deseando sentarse con el chico que todavía luchaba con nuestras maletas para subirlas al portaequipajes pero salir sin otro golpe más en su inútil y pequeña cabeza. Pobre Diana Díaz.
-Bueno Aggie, te ha tocado igual que a mí, en mi misma fila-añadió Dylan metiéndose en nuestra conversación. Por lo menos, ya había terminado de guardar nuestro equipaje.
Mi sonrisa pícara la notaron ambos. Dylan intentó disimular mientras Gusth se sonrojaba y se sentaba en su asiento.
En el avión no había mucha gente de hecho, estaba prácticamente vacío.
“Normal-pensé-Nadie se va a París a las dos de la mañana en un lunes de pleno abril”.
Vi como mi mejor amiga luchaba por ponerse el cinturón. Este se le había enganchado y, por mucho que tirase de él, este no colaboraba. Necesitaba la ayuda de alguien y no iba a ser yo quien lo hiciera.
-¿Quieres ayudarla con el cinturón?-le pregunté discreta e impaciente a Dylan.
-¿Con el cinturón?-preguntó Dylan con la ceja levantada.
-Si, definitivamente, a parte de subnormal no eres nada romántico Diana Díaz.
Él rodó los ojos y yo me senté junto a Jonh, detrás de nuestros protagonistas. Su mano se acopló con la mía y me miró sonriendo. Observé como Dylan comenzaba a caminar hacia su asiento junto a Gusth.
-Oye, ¿te ayudo con el cinturón?
La voz de un chico desconocida para mis oídos habló y se sentó junto a Gusth.
-Por favor…-susurró ella con una risa nerviosa.
Esto iba mal, muy mal. Di un golpe en el asiento y oí el quejido de Dylan.
-Este chico parece un adolescente…
Miré a Jonh y ambos reímos. Juntó su frente con la mía y sonrió pícaramente,
-¿Y tú, mi querida Rebeca? ¿Quieres que te ayude con el cinturón?
Yo solté una risa nerviosa mientras su mano se colaba por mi asiento.
-Eres un pervertido cariño.
-¿Por qué?-frunció el ceño al no encontrar el final de mi asiento.
-Porque ya tengo puesto el cinturón.





¿Qué si le ayudaba con el cinturón? Este tío quería fastidiarme ¿verdad? Miré de reojo a Aggie que le sonreía coquetamente. Ella es mía, idiota.
-Oye, ¿Te han dicho alguna vez que tienes unos ojos preciosos?
Mi cara de relajación pasó a ser una de celos. Una horrible sensación recorrió todo mi cuerpo. Augusth rió tapándose el rostro con el pelo ¡No! Eso solo lo hacía conmigo.
-¿Cómo es tu nombre?-Preguntó el imbécil mientras sonreía.
-Augusth-Ella enredó el pelo con su dedo.
¡Estaba siguiéndole el coqueteo! Tosí falsamente pero Aggie solamente me echó un vistazo para volver la mirada a él.
-Me puedes llamar Aggie.
Me giré completamente y la sonrisa de él era de tonto perdido. No, no no…me quierí morir…
-Soy Nicholas.
-Bonito nombre Nick.
-NO tanto como tú-Ambos rieron.
Augusth ni siquiera me miraba y…¿Rebeca se atrevía a decir que estaba enamorada de mí? Miré hacia atrás y Rebeca me miró enfurecida. ¿Qué podía hacer yo?
-¿Qué es lo que quieres de Winter? Yo no puedo hacer nada.
-Esas maletas te han dejado más atontado que antes. Ve despacio pero que se de cuenta. Creo que simplemente está intentado ponerte celoso.
¿Celoso yo?
-Mira que me esté dando clases la ex jugadora del amor-Miré a Jonh suspirando-debe de ser patético.
Sus labios dibujaron un “Vete a la mierda” mientras sonreía a Jonh.
-¿Te toco algo?
Inmediatamente mi vista se fijó en “Nick” y, posteriormente, en Aggie.
-¿Co- Cómo?-Sonrió nerviosa.
-Con la guitarra…-Él sonrió victorioso al hacerle creer la broma.
Se levantó y cogió la guitarra, afinó un poco las cuerdas y miró con los ojos brillantes a mi Aggie. En seguida reconocí la canción ¡No! ¡No podía cantar aquel tema para Augusth! Era nuestra canción.
”You’re beautiful-James Blunt”
Cogí a mi chica de la mano transmitiéndole que aquella era nuestra canción. Me sonrió con ternura durante un instante pero volvió la mirada a Nicholas. Me acerqué más a ella, o eso intenté, antes de que una patada al asiento, procedente de atrás, me hiciera separarme.
-¿Estamos de coña?-Grité mirando a Rebeca.
Ella sonriendo sobre los labios de Jonh me hizo el corte de manga mientras le besaba. La canción acabó y Aggie aplaudió, al igual que todo el avión excepto yo, que mostraba una cara de asco impresionante.
-Aggie…-la sangre me hirvió-¿Quién es tu amigo?
-Ah-Se giró hacia mí.-Es Dylan.
-Hola Dylan. ¿No te ha gustado la canción?
-Pero si es una de sus favoritas-Aseguró Aggie-¿Verdad cariño?
-También la tuya-Sonreí.
Nicholas sonrió y volvió a otra conversación con mi chica. Suspiré y rodé los ojos.
Rebeca
-Voy un momento al baño.
Ella asintió y en seguida se acercó a mí mirando a todos los lados.
-Este chico me suena mucho.
-¿Algún ligue del pasado?-Pregunté con descaro.
-¡Qué va March!-Rió-¿Yo? He tenido tan pocos que me acordaría.
-Rebeca-Ella asintió al ver que Nicholas volvía.
-Nick…-Susurró-¿A que has venido a París?
-A conocerte-Ambos rieron pero a mí no me hacía gracia-No, mujer, he venido a ver a mi novia, es francesa.
-¡Oh! –Sorprendentemente, la voz de Augusth no mostraba decepción-¡Qué romántico!
Rebeca se asomó por el asiento y me miró cómplice.
-Te lo dije, algo romántico.
-Claro de Winter-le saqué la lengua mientras sonreía, aquella fulana cada hora que pasaba me caía mejor.
-Se llama Amelié y estoy más que enamorado de ella.
Sonreí mientras rodeaba a Aggie con mis brazos. Aquel chico de la guitarra empezaba a resultarme hasta simpático. ¿Irónico verdad?.



martes, 5 de abril de 2011

Un barco de Amor Eterno.-

Vi como aquella extraña mujer se subía al barco y entraba en el camarote contiguo al mío. Digo extraña porque no parecía ser de esas mujeres que navegan solas. Era guapísima pero iba vestida con un look muy peculiar. Empezando por su peinado:dos trenzas rubias muy cortas y con una mecha rosa en el flequillo, que llevaba de lado. Vestía una camiseta en la que se podía leer claramente “I don´t need you” y una minifalda vaquera con un poco de vuelo. Sus largas y delgadas piernas estaban cubiertas por unos calentadores a rayas, que terminaban en unos tenis fluorescentes. Tan solo llevaba dos maletas en las que se leían sus iniciales :R de W.
En ese momento quise conocerla pero, como si me leyese el pensamiento, entró en el camarote y no volvió a salir. No volví a verla hasta el día siguiente, en la piscina. Recuerdo que llevaba puesto un pareo transparente y la llamativa parte de arriba del bañador. Estaba fumando. Cuando se dio cuenta de que la estaba mirando, sonrió, me guiñó el ojo mientras soltaba el humo del cigarro y se dio la vuelta.
En ese instante decidí que desapareciese mi timidez y me dirigí a ella.
-Hola-le dije-estoy en el camarote contiguo al tuyo. Me llamo Jonh, Jonh Kids. Ya que navego solo en este barco, me gustaría conocerte un poco, no se charlar. ¿Cómo te llamas?
-Pues si que eres decidido-volvió a sonreír-ya se que duermes a mi lado, te he visto varias veces. Me llamo Rebeca, Rebeca de Winter.
Su sonrisa era preciosa. Rebeca de Winter, un nombre precioso para una chica preciosa, como ella.
-¿Te apetece un zumo? He oído que los de esta zona son los mejores.
Para mi sorpresa se rió y aceptó. Lo había conseguido, vencí mi timidez y como consecuencia tenía una cita con la increíble y maravillosa Rebeca.
Estuvimos hablando toda la mañana. Teníamos muchos gustos en común y a los dos nos gustaba mucho hablar. Luego, sobre las tres, ella se fue a cambiar de ropa y comimos juntos. Mientras yo devoraba un muslo de pollo al horno, ella, simplemente, comió una ensalada, pero, así son las mujeres. Después de comer, también pasamos la tarde juntos. Pero descubrí pocas cosas de Rebeca. Que era soltera, que vivía en España y que no tenía hermanos. En ningún momento me habló sobre sus padres o sobre en que trabajaba ni nada, pero me dio igual, la admiraba y estaba empezando a quererla.
Me fijé en que Rebeca fumaba mucho, pero de una forma muy sensual. También observé que siempre dejaba una mancha del carmín rojo pasión de sus labios en el filtro, aunque nunca se desmaquillaba.
Esa misma tarde, Rebeca me invitó a ir con ella al bar-karaoke esa misma noche. Sin dudarlo ni un solo segundo, acepté. Quedamos a las nueve.
Intenté vestirme lo mejor que pude, para estar a las nueve en punto en la esperada cita, donde Rebeca ya me esperaba, sentada en una mesa, con las piernas cruzadas y fumando de esa forma tan sexy. Estaba deslumbrante.
Al sentarme me sonrió:
-Hola, que guapo estás-dijo con su habitual sonrisa que me derretía-¿Sabes por qué te he traído aquí?-añadió soltando el humo de su sensual manera.
-No se me ocurre- le contesté.
-Quería contarte un secreto-dijo levantándose y apagando el cigarro en el cenicero de la mesa.
Se acercó a mi, puso sus rodillas en el suelo y sus manos sobre las mías. El corazón me latía a mil por hora. Su sensual mirada y sus rojos e imponentes labios estaban cada vez más cerca, y más, y más…hasta que me besó. Dulce, pausada y sensualmente.
-Soy cantante-me susurró.
Entonces se levantó y rápidamente subió al escenario a cantar.
Cuando empezó a sonar la música, supe perfectamente que canción era:”Moon River” de la banda sonora de “Desayuno con diamantes”, mi película favorita. Pero cuando ella empezó a cantar fue como si el mundo se parase y el único sonido que existía era aquella voz contralto que cantaba como Audrey Hepburn. 

Cuando terminó, me miró. Tenía una mirada de complicidad y felicidad. Sonrió y volvió hacia la mesa, me cogió de la mano y me dijo: “Ahora, juntos”
Sin darme cuenta estaba subido al escenario y con un micrófono en la mano.
-¿ te sabes la canción de “La bella y la Bestia”?
Asentí.
Entonces suspiré, cerré los ojos y la música empezó a sonar. (…)
Al terminar la canción, Rebeca me llevó fuera del bar-karaoke, a la azotea del barco. Allí se podían ver las luces de las ciudades de la costa.
-¿Sabes? Me siento como Audrey Hepburn en “Charada”, cuando Cary Grant y ella se enamoran en un barco como este pero por las aguas del Senna, y cuando están así colocados en la barandilla, se besan apasionadamente y se confiesan su amor.-me dijo
-Es una de mis películas favoritas, de hecho, Audrey Hepburn es mi actriz predilecta, y, para mi, su mejor película es “Desayuno con Diamantes”, y tu has cantado su banda sonora hace un rato-le contesté.
-Si, “Moon River”, que coincidencia, Audrey Hepburn también es mi actriz favorita y, junto con “Vacaciones en Roma”, “Desayuno con Diamantes” es mi película preferida.
-Pues si, la verdad, menuda coincidencia. Oye. ¿Sabes que estamos desaprovechando esta bella vista?
-¿Perdón?
-Pues sí, como has dicho antes, en “Charada”, Audrey y Cary se besan en una escena muy similar a esta, una chica bonita, un cielo estrellado…Es un auténtico desperdicio.
Se quedó callada mientras encendía un cigarro. Le dio una calada, sonrió, echó el humo y, sensualmente, me susurró:
-“Pues bésame”.
En ese momento, Rebeca se convirtió en la mujer de mi vida. Desde ese beso no nos separamos jamás en la vida, enamorados como estábamos. No siquiera cuando el “Amor Eterno” se chocó contra un arrecife y se hundió con todos sus pasajeros dentro. Esta tragedia ocurrió el 26 de mayo de 1986.

R de W.

PD: Rebeca de Winter y Jonh Kids huyeron del Amor Eterno para confirmar su amor y casarse el 25 de mayo de 1986, robando una lancha auxiliar y navegando hacia la puesta de sol.


Una vez en Diciembre...


Una vez, en un extraño día de Diciembre.
Una vez en diciembre, hace ya varios años, en una pequeña ciudad la vi por primera vez. Mi amigo me la presentó. Se llamaba Rebeca y tendría unos 17 años. Era rubia oscura, con unos ojos que no podían determinar un color exacto, una piel morena y muy guapa. Y sobre todo sonreía, sonreía todo el tiempo. Su sonrisa era deslumbrante.
Me invitó a una copa sin vergüenza ni timidez en sus palabras. Y yo, joven y necio caí en su trampa, ya que nadie había hecho eso por mi jamás. En ese momento me pareció la mujer de la que me enamoraría, pero yo no la conocía.
Estuvimos hablando toda la noche, reímos y bailamos. Ella era inteligente y tenía una conversación muy interesante sobre cine o libros. Me fijé en que Rebeca fumaba un montón y siempre dejaba una mancha de carmín en el filtro. También bailaba muy bien y me contó que era cantante nocturna. Cuando le pedí que cantara algo pensé que le daría un poco de vergüenza o algo parecido pero para nada, se subió al estrado y gritando me preguntó que canción que tema quería. El bar entero pensaba que estaba borracha, hasta que empezó a cantar. Tenía una voz de adolescente aguda pero perfectamente afinada y que acariciaba cada nota de la melodía. El bar entero la admiraba y escuchaba mientras ella cantaba “Somewhere over the rainbow”.
Al terminar la velada me ofrecí cordialmente a casa pero ella me rechazó sin ni siquiera pensarlo. Me dio un leve beso el la boca con sus labios sabor tabaco y me dijo que ella era Rebeca de Winter y para ella el amor era un simple juego, que no estaba dispuesta a que alguien como yo sintiese atracción hacia ella, ni que la acompañase a casa y la convirtiera en algo mío. Que todo lo que había hecho hoy, coqueteando conmigo y alentándome a adorarla, solo era para divertirse.
Después de aquello tardé en verla y en olvidarla. Rebeca de Winter, la jugadora del amor.
Cuando me la volví a encontrar, las cosas habían cambiado mucho, ya que ella ni se acordaba de mi. Fue cuando mi actual esposa me la presentó. Eran amigas inseparables desde la infancia. Cuando la vi no me lo podía creer. Recuerdo las palabras de mi mujer a la perfección:
-“Cariño, esta es Rebeca de Winter, mi mejor amiga”

En efecto, se lo que estás pensando y si, soy el marido de Augusth.

RdeW