Él

Un amor olvidado que en realidad nunca dejó de existir.

martes, 5 de abril de 2011

Una vez en Diciembre...


Una vez, en un extraño día de Diciembre.
Una vez en diciembre, hace ya varios años, en una pequeña ciudad la vi por primera vez. Mi amigo me la presentó. Se llamaba Rebeca y tendría unos 17 años. Era rubia oscura, con unos ojos que no podían determinar un color exacto, una piel morena y muy guapa. Y sobre todo sonreía, sonreía todo el tiempo. Su sonrisa era deslumbrante.
Me invitó a una copa sin vergüenza ni timidez en sus palabras. Y yo, joven y necio caí en su trampa, ya que nadie había hecho eso por mi jamás. En ese momento me pareció la mujer de la que me enamoraría, pero yo no la conocía.
Estuvimos hablando toda la noche, reímos y bailamos. Ella era inteligente y tenía una conversación muy interesante sobre cine o libros. Me fijé en que Rebeca fumaba un montón y siempre dejaba una mancha de carmín en el filtro. También bailaba muy bien y me contó que era cantante nocturna. Cuando le pedí que cantara algo pensé que le daría un poco de vergüenza o algo parecido pero para nada, se subió al estrado y gritando me preguntó que canción que tema quería. El bar entero pensaba que estaba borracha, hasta que empezó a cantar. Tenía una voz de adolescente aguda pero perfectamente afinada y que acariciaba cada nota de la melodía. El bar entero la admiraba y escuchaba mientras ella cantaba “Somewhere over the rainbow”.
Al terminar la velada me ofrecí cordialmente a casa pero ella me rechazó sin ni siquiera pensarlo. Me dio un leve beso el la boca con sus labios sabor tabaco y me dijo que ella era Rebeca de Winter y para ella el amor era un simple juego, que no estaba dispuesta a que alguien como yo sintiese atracción hacia ella, ni que la acompañase a casa y la convirtiera en algo mío. Que todo lo que había hecho hoy, coqueteando conmigo y alentándome a adorarla, solo era para divertirse.
Después de aquello tardé en verla y en olvidarla. Rebeca de Winter, la jugadora del amor.
Cuando me la volví a encontrar, las cosas habían cambiado mucho, ya que ella ni se acordaba de mi. Fue cuando mi actual esposa me la presentó. Eran amigas inseparables desde la infancia. Cuando la vi no me lo podía creer. Recuerdo las palabras de mi mujer a la perfección:
-“Cariño, esta es Rebeca de Winter, mi mejor amiga”

En efecto, se lo que estás pensando y si, soy el marido de Augusth.

RdeW

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