Él

Un amor olvidado que en realidad nunca dejó de existir.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La caja.-

Hoy he vuelto a tener el suficiente valor para abrir la caja de nuevo. Esa caja metálica con dibujos y relieves rosados que formaban su nombre. Aquella caja que le servía de joyero para sus más preciadas posesiones. Hacía ya dos años de la última ocasión que había conseguido abrirla y por fin hoy lo conseguiría. Lentamente posé mi mano sobre el candado que la cerraba y sentí un malestar por todo el cuerpo. Un cosquilleo recorrió mis nervios uno a uno desde el comienzo de mi espalda hasta la mano derecha. Cuando levanté la tapa pude observar que todo se encontraba tal y como lo había dejado la última vez. Empecé acariciando suavemente los bordes hasta llegar al contenido.
De los tres cigarrillos a medio fumar cogí el que tenía más pintalabios en el filtro y me lo puse en la boca como si lo fuese a fumar, pero no lo encendí. Simplemente lo saboree poco a poco. Era como volver a besar sus rojos labios. Aquel pintalabios color carmín y sabor cereza que siempre usaba…
El siguiente objeto eran las plumas. Las plumas que siempre se enganchaba en las diademas como si fuese una india porque decía que le daban un aire “exótico”. Pasé detenidamente las puntas de las plumas color turquesa por mis mejillas. Era como volver a experimentar la sensación como cuando se sentaba a mi lado en nuestro blanco sillón y me abrazaba por la cintura mientras sus plumas me hacían cosquillas.
El último recuerdo era el más doloroso. En el que claramente podía ver como la echaba de menos. Las fotos. Aquel pequeño montón de fotos un poco descoloridas por el tiempo y con un tamaño más pequeño de lo normal. Las miré lenta y detenidamente.
En la primera aparecía con la que siempre había sido su mejor amiga. Augusth. ¡Como se querían! Verlas era un claro ejemplo de lo que de verdad es una amistad.
En la segunda aparecía muy joven. En ese momento yo no la conocía. Aquellas trenzas le daban un aire muy infantil y joven que le favorecía mucho.
En la tercera se la veía sola, escribiendo, una de sus aficiones favoritas junto con cantar. Me encantaban aquellas noches en las que ella, con su pelo recogido en un moño me
leía lo que había escrito en aquel cuaderno rosa.
En la cuarta estaba disfrazada de Audrey Hepburn, su actriz favorita, nuestra actriz favorita. Recuerdo perfectamente lo ilusionada que estaba con aquel disfraz. Gracias a esta actriz nos conocimos. Su banda sonora era nuestra banda sonora. Moon River.
En la última foto aparecía conmigo. Era nuestra mejor foto. En nuestro último viaje a París. El viaje más romántico de mi vida y el último que hice.

Después de llorar un buen rato con las fotos en la mano, el cigarro en la boca y las plumas enganchadas el las orejas lo guardé todo como creo que ella habría querido.
Coloqué la caja bajo mi cama otra vez y decidí no volver a abrirla hasta pasado un tiempo.
Estaba claro que su ausencia me había afectado mucho y que no era capaz de vivir sin ella. La echaba tanto de menos que mi vida no tenía sentido y no era capaz de caminar por la casa sin que algún objeto me recordase sus andares descalzos por la casa, el humo de sus cigarros o su risa.
Me consuela saber que desapareció haciendo lo que más le gustaba, cantar y fumar.
Antes de guardar la caja pasé los dedos otra vez por los relieves rosados. Podía leerse perfectamente lo que ponía. REBECA. Rebeca, el amor de mi vida, y estaba muerta.

La echaba tanto de menos.-



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